Un vaso de alegría
No hay recetas para ser cariñosos, pero hay gestos y actitudes que son portadores de cariño: una sonrisa, un gesto, una mirada, una pregunta: “¿cómo te sientes?”. ¡Es tan fácil hacer feliz a una persona! Basta una aproximación, una palabra. ¡Qué fácil y qué estupendo acercarse a un hermano atribulado para decirle: no tengas miedo; todo pasará; ¡mañana será mejor, cuenta conmigo!
¡Qué tarea sublime la de llevar un vaso de alegría llamando por teléfono a alguien simplemente para decirle: ¿cómo estás?, ¿cómo te sientes de salud?, ¿cómo van tus compromisos?
¡Qué fácil dedicarle, de pronto, unos momentos a alguien sin un porqué, sin ninguna finalidad! Es tan fácil estimular y alentar a cualquier hermano comunicándole buenas noticias: todo el mundo hace elogios de ti; todos están contentos; todos aprueban tu actuación... Nosotros no podemos hacer feliz a nadie. Pero sí podemos dedicarnos a entregar vasos de felicidad, copas de cariño: actitudes, gestos, aproximaciones, miradas, sonrisas, palmadas en el hombro... Con eso no hemos hecho feliz a nadie, pero hemos repartido pequeñas porciones de felicidad.
¡Qué bella profesión ésta de repartir vasos de cariño, copas de alegría, pequeñas porciones de aliento y esperanza! ¡Es tan fácil! Basta con estar salidos de sí y vueltos hacia los demás.
Del libro “Transfiguración” de padre Ignacio Larrañaga
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