Solamente Dios
Cuando este corazón se ajusta a Dios, la profundidad del hombre queda poblada de equilibrio, orden y estabilidad.
Pero cuando este corazón intenta centrarse en criaturas cuyas medidas no le corresponden, el hombre entero se sentirá desasosegado e inquieto. No hay otro centro de gravedad que pueda poner ajuste y descanso en la hondura humana que Dios.
La mayoría de la gente dejó atrofiarse esta nostalgia por falta de cuidado o de atención; a muchos otros se les extinguió por completo en el remolino de la desventura humana.
Frecuentemente, sin embargo, esta sed de Dios permanece como un rescoldo mortecino bajo la ceniza. Pero cuando el hombre se enfrenta con situaciones límite; cuando, de pronto, experimenta el hastío de la vida o una honda insatisfacción, aquel rescoldo se torna en llama y este hombre, instintivamente, siente o presiente una extraña nostalgia de algo más, de otro Alguien, de Dios mismo.
Después de completar muchos años y de experimentar mil aventuras, el ser humano, sin que nadie se lo diga, y en virtud de ese precipitado que deja el paso de la vida y que llamamos sabiduría, va llegando poco a poco a la convicción de que la única fuente de toda paz y alegría en este mundo es Dios, solamente Dios.
Del libro “El Sentido de la Vida” de padre Ignacio Larrañaga
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