Sigilo reverente
Después de la Anunciación ¿por qué María no comunicó a José una noticia que le concernía directamente? No fue táctica. Según lo que yo intuyo se trató de un sigilo reverente ante la presencia de un enorme misterio. Por aquí anda la explicación definitiva de ese desconcertante silencio. María quedó abismada y profundamente conmovida por el Misterio de la Encarnación.
Una revelación interior, inequívocamente sentida, le habló a José: José, deja a un lado esos temores. María no es una mujer cualquiera de la calle. Es la Elegida entre las mujeres de todos los tiempos. El Señor puso sus ojos sobre ella y la halló encantadora. María no ha dado ningún traspié. Lo que ha germinado en ella es actuación directa y excepcional del Espíritu Santo. José, llévatela tranquilamente a tu casa y guárdala como un santuario vivo de Dios (Mt 1,20-24).

Debió ser infinita la delicadeza con la que José se aproximó a María desde ese momento. Si, por el contexto del capítulo primero de Mateo, vislumbramos que José había barruntado en María algo diferente, con esta revelación debió quedar confirmado en aquello mismo que presentía.
A partir de entonces debió ser total el respeto de José para con María. Un hombre sensible para las cosas de Dios como José, debió tratar a María con una actitud hecha de reverencia, cariño y admiración. En un hombre fuertemente “tocado” por Dios, quedaban trascendidos y sublimados los lazos afectivos meramente humanos y María fue para José, desde entonces, más que una muchacha atractiva: fue un reverente santuario del Dios vivo.
Extraído del libro “El silencio de María” de padre Ignacio Larrañaga
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