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PARA DIOS NADA ES IMPOSIBLE

 

En el Evangelio de Lucas la fe adulta de María es como una melodía que se desliza suavemente en medio de una noble sinfonía. Y esa fe queda brillantemente resaltada por una orquestación de fondo en la que se contraponen las actitudes de María y de Zacarías.


Isabel —a cuya casa habían descendido simultáneamente la bendición de un hijo y el castigo de Zacarías, por no haber creído — dice a María: ¡feliz tú porque creíste, querida hija de Sión! Creíste que para Dios todo es posible; todas las maravillas que se te han comunicado se cumplirán cabalmente en premio a tu fe. En cambio, aquí está Zacarías sin poder hablar, porque debido a su incredulidad quedó mudo. A Zacarías se le anuncia que ellos, un matrimonio de «edad avanzada», van a tener un hijo «revestido del espíritu y poder de Elías» (Lc 1,17).


A María se le anuncia que «sin conocer varón» germinará en su seno solitario, a la sombra del Espíritu Santo, un Hijo que será Grande y su reino durará por los días sin fin (Lc 1,33). Zacarías no cree. Es imposible, dice. Yo soy un viejo; mi esposa es también de edad avanzada. No estamos en tiempo de florecer. En todo caso, dame una señal de que todo sucederá (Lc 1,18).


En cambio, María no pregunta ni duda ni exige garantías. Con la típica actitud de los Pobres de Dios, la Madre contra toda esperanza y contra toda evidencia se entrega en medio de una completa oscuridad (Lc 1,38). Zacarías, por no creer en la palabra de Dios, queda mudo hasta el nacimiento de Juan.

 

En cambio, María, por haber creído, se transforma en Madre de Dios, bendita entre todas las mujeres y proclamada bienaventurada por las generaciones sin fin. Aquella mañana, en «aquella región montañosa de Judá», hubo una fiesta de espíritu, y en el momento culminante de la fiesta debieron repetirse solemnemente a coro, entre María, Isabel y Zacarías, las palabras centrales del misterio de la fe: «porque para Dios nada es imposible» (Lucas 1,37).

 

Del libro El silencio de María, de padre Ignacio Larrañaga

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