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Novedades Fundación TOVPIL

La Dignidad del espíritu


Una persona que ha trabajado largos años por liberarse de sus intereses y “propiedades” y ha avanzado en la “pobreza y humildad de nuestro Señor Jesucristo” posee dignidad de espíritu.


Lo primero que adquiere es la objetividad. Las flores no la emocionan tanto, las piedras no la molestan tanto. Si la suben al trono, no se muere de gozo; si la bajan del trono, no se muere de pena. Su ánimo permanece estable ante los aplausos y ante las críticas, y cuanto más liberada de sí misma se encuentre, más inquebrantable se sentirá. Y si la liberación de sí misma es completa, nos hallaremos ante una persona que se siente con la serenidad imperturbable de quien está por encima de los vaivenes de la vida.

Nos encontraremos ante una figura admirable y envidiable, una figura cincelada según el espíritu de las bienaventuranzas, llena de suavidad, fortaleza, paciencia, dulzura y equilibrio


Nada ni nadie podrá turbar la paz serena de su alma porque nada tiene que perder, ya que de nada se ha “apropiado”. A quien nada tiene y, nada quiere tener, ¿qué le puede turbar? Nada habrá en este mundo que la pueda exasperar o deprimir.


La liberación de sí misma, nos ha dado como resultado una persona madura, equilibrada, extraordinariamente estable en sus reacciones y emociones, un ejemplar humano de alta calidad.


Del libro “Muéstrame tu Rostro”, de padre Ignacio Larrañaga.

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