Jesús, el firme sendero
Ser cristiano consiste en sentir como Jesús y vivir como Jesús. Es relativamente fácil saber cuáles fueron las preferencias de Jesús, su estilo de vida y espiritualidad, el sentido central de su vida.
Pero hay otra cosa tan difícil de descubrir, como importante para vivir, y es esto: ¿Cómo captar los armónicos interiores del Señor? Necesitamos llegar a las raíces ya que lo esencial siempre está en lo profundo. Para descubrir la temperatura interior de Jesús necesitamos descender a los manantiales primitivos y originales de la persona, donde nacen los impulsos, las decisiones y la vida. En una palabra, necesitamos descubrir y participar de la vida profunda del Señor.
¿Qué hacer? “el alma” de Jesús aparece en sus palabras y hechos. El cristiano deberá, pues, comenzar por apoyarse en toda la Palabra con una actitud contemplativa para dar con las raíces del Señor.
¿Cómo hacerlo? Pide la asistencia del Espíritu Santo, y detén el aliento interior quedando en estado de suspensión admirativa como quien se abre al infinito mundo sideral. Luego con las facultades recogidas en fe y en paz, asómate con mirada contemplativa e infinita reverencia, a la intimidad de Jesús, y te “quedas ahí”, sumergido en esa atmosfera, quieto e inmóvil dejándote impregnar de aquellas vivencias y armónicos existenciales, participando de esta manera de la experiencia profunda de Jesús.
Para avanzar por las quebradas oscuras de la fe, el cristiano sólo dispone de un sendero: el sendero es Jesús mismo. Este es el “conocimiento que supera todo conocimiento” (Efesios 3,18).
Extractado del libro Muéstrame tu Rostro del p. Ignacio Larrañaga
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