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Novedades Fundación TOVPIL

Invitación a leer el salmo 139 (138)


En el Salmo 139, al contrario de lo que sucede en los Salmos de la creación, el salmista se sumerge en el mar del misterio interior, y, en ningún momento, emerge de allí, hasta el final; y, entonces, para disparar dardos envenenados contra los enemigos, no suyos, sino los de Dios.


En cuanto a belleza, este Salmo es una obra de arte: por un lado, llama la atención su carga de introspección que llega a honduras definitivas; y, por otro, la altísima inspiración poética que recorre toda su estructura, del primero al último versículo, con metáforas brillantes, y con audacias que nos dejan admirados.

Perdido ya el salmista en sus aguas profundas, el centro de atención, paradójicamente, no es el mismo, sino Dios.


A pesar de que el salmista hace, imaginariamente, un recorrido espectacular, desde el abismo hasta el firmamento (v. 8), y hasta el “margen de la aurora”, hasta el “confín del mar” (v. 9); a pesar de que, sin detenerse nunca, se mueven en el escenario las dos personas, jamás el salmista centra la atención en sí mismo. El punto focal es siempre el Tú. Es algo sorprendente. El salmista, diríamos, coloca su observatorio, no en la cumbre de un cerro, sino en su interioridad más remota; focaliza en Dios su telescopio contemplativo, y obtiene una visión, la más profunda y original que se pueda imaginar, sobre el misterio esencial de Dios y del hombre.

 

Del libro” Salmos para la vida” de padre Ignacio Larrañaga

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