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Novedades Fundación TOVPIL

Hijos de Dios

 

Cuando el hombre abre sus espacios interiores a Dios, en la fe y en la oración; cuando siente que sus soledades interiores quedan inundadas por la Presencia divina; cuando percibe que su desvalimiento e indigencia radicales quedan contrarrestados por el poder y la riqueza de Dios; cuando el hombre experimenta vivamente que ese Señor, que llena y da solidez, además de todopoderoso, es también todo cariñoso; que Dios es “su” Dios, el Señor es “su” Padre; y que su Padre lo ama, y lo envuelve, y lo compenetra, y lo acompaña; y que es su fortaleza, su seguridad, su certidumbre y su liberación..., entonces, díganme, ¿miedo a qué?


Si el Señor es mi fuerza y mi salvación, ¿temer, a quién? Si el Señor es la defensa de mi vida, ¿temblar, ante quién? El miedo ha desaparecido porque la soledad ha quedado poblada por Dios.


Dios no tiene tienda ni cabaña. El mismo es la cabaña de refugio. Pero el problema está en que yo me refugie, me acoja, me abandone en sus manos. De eso se trata: de que yo me abrigue, que yo me cubra con la Presencia divina, como con un abrigo. Una vez más, y siempre, la libertad gloriosa presupone una experiencia viva de Dios.

 

Extraído del libro “Salmos para la Vida” de padre Ignacio Larrañaga

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