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Novedades Fundación TOVPIL

Espíritu de Infancia

 

Salvarse, según Jesús, es hacerse progresivamente niño.

 

Hacerse niño, vivir la experiencia del Abbá (querido Papá) no sólo en la oración sino sobre todo en las eventualidades de la vida, viviendo confiadamente abandonados a lo que disponga el Padre, todo eso parece cosa simple y fácil. Pero en realidad se trata de la transformación más fantástica, de una verdadera revolución en el viejo castillo amasado de autosuficiencia, egocentrismo y locuras de grandezas.

 

La tecnología ha conquistado y transformado la materia. La psicología pretende haber dominado al hombre. Vana ilusión. No se ha inventado otra “ciencia” ni otra revolución para la transformación del hombre que aquella revelación traída por Jesús: renunciar a los sueños de omnipotencia, reconocer la incapacidad de la salvación por los medios humanos, tomar conciencia de nuestra poquedad y fragilidad, entregarnos confiada e incondicionalmente en las poderosas manos de Dios.

Aparentemente este abandono en las manos de Dios es una actitud pasiva. Pero quien comience a vivirla se dará cuenta de que en ella están contenidas todas las bienaventuranzas. Diría que este espíritu de infancia es la síntesis de todas las virtudes activas. Es como si se hubieran conquistado todas las fortalezas del alma, y una vez sometidas, se abandonarán al querer y obrar de su único dueño, para así, día tras día, ser transformados desde las raíces. Sólo Dios es Poder, Amor y Revolución.

 

Extraído del libro Muéstrame tu Rostro por P. Ignacio Larrañaga

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