En busca de la Paz
El hombre, en su actividad diaria, normalmente anda alienado, es decir, salido de sí mismo. Consciente o inconscientemente es un fugitivo de sí mismo, evadiendo el enfrentamiento de su propio misterio. Pero al entrar en profundidad con Dios, entra también en sus propios niveles más profundos, y toca necesariamente su misterio que se condensa en estas preguntas: ¿Quién soy? ¿Cuál es el proyecto fundamental de mi vida? ¿Cuáles son los compromisos que mantienen en pie ese proyecto?
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Se da cuenta de que el egoísmo ha desencadenado en su interior un estado general de guerra. El cristiano advierte que con semejante turbulencia interior no le será posible establecer una corriente de intimidad pacífica y armónica con el Dios de la paz.
En consecuencia, siente vivos deseos de purificación, y percibe claramente que tal purificación sólo puede llegarle por la vía de una completa reconciliación. Siente necesidad y deseo de apagar las llamas, cubrir los fosos, silenciar las guerras, sanar las heridas, asumir historias dolientes, aceptar rasgos negativos de personalidad, perdonarse a sí mismo, perdonar a los hermanos, abandonar todas las resistencias. En una palabra: reconciliación general. Y como fruto de eso, la paz.
Extraído del Libro “Muéstrame tu rostro” de padre Ignacio Larrañaga
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