El silencio de María
Nos impresiona el silencio de María después de la anunciación. El hecho de ser la Madre del Mesías y serlo de una manera prodigiosa, eran para dejar desequilibrada emocionalmente a cualquier persona.
Es difícil sobrellevar, en soledad y silencio, tan enorme peso psicológico. Si la joven María guarda ese secreto en completo silencio, estamos ante un caso único de grandeza humana, observemos cuidadosamente:
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María no contó a nadie el secreto de la encarnación virginal. No se lo contó a José, su prometido (Mt 1,19). No se lo contó a Isabel. Para cuando María fue a su casa en Ain Karim, en casa de Zacarías, Isabel ya estaba en poder del secreto fundamental. Apenas María abrió la boca para decir ¡Shalom!, Isabel prorrumpió en exclamaciones y parabienes.
Nunca se vio una estampa maternal de tanta dulzura, ternura y silencio. Podemos decir nunca se volverá a ver en esta tierra una figura de mujer tan evocadoramente inefable. Jamás verán los ojos humanos tanta interioridad. Todas las mujeres de la tierra, las que hubo y las que habrá, encontraron en esta joven gestante su más alta expresión.
Del libro El silencio de María de p. Ignacio Larrañaga
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