Amar es dialogar
El diálogo no es un debate de ideas, en el que se combate con el fuego cruzado de criterios, tras los cuales se ocultan y se defienden las actitudes e intereses personales. Diálogo no es polémica, ni controversia, ni confrontación dialéctica de distintas concepciones o mentalidades. No se trata, tampoco, de varios monólogos. Se trata de buscar la verdad entre dos personas, o en un grupo.
Imaginemos un caso. Yo me encuentro frente a otra persona. Ponemos un reloj en medio de los dos. Los dos vemos el mismo reloj. Sin embargo, el reloj (la parte del reloj) que ve usted es diferente, y hasta opuesto, a lo que veo yo, a pesar de tratarse del mismo reloj. Cada persona contempla las cosas desde la perspectiva propia. Cada uno capta y participa de las cosas y de los sucesos, de una manera original y diferente.

Por eso mismo, nuestra percepción personal es necesariamente parcial, y nos enriquecemos con la percepción, también limitada, de los demás. Captamos la verdad de forma necesariamente incompleta debido a la condición humana limitada, debido a la relatividad e historicidad humanas.
Así —siguiendo con el ejemplo del reloj— si queremos tener la "verdad" del reloj, su imagen será más completa si juntamos mi percepción con la percepción del que está enfrente. Pero si colocamos otras dos personas, que miran a cada lado del reloj, y juntamos las cuatro percepciones, entonces la "verdad" del reloj será mucho más completa.
Extractado del libro Sube conmigo de Padre Ignacio Larrañaga
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