- Fundación TOVPIL
- 11 nov 2022
- 1 Min. de lectura
Alegría y dolor
El amor del Padre se extiende sobre la tierra como una inmensa onda y, con sus alas protectoras, envuelve y abraza a todas las criaturas. Ésta es la razón definitiva de la alegría de los hijos de los hombres.
Y Jesús desplegó un abanico multicolor de parábolas, apólogos y comparaciones para mostrar que el Padre nos ama gratuitamente. Un mensaje tan optimista sólo pudo brotar de un corazón gozoso y, por eso, estamos afirmando en todo momento que el Evangelio es un himno a la alegría.
Sin embargo, los Evangelios también nos presentan a Jesús como un hombre abrumado por el sufrimiento. Efectivamente, hay en los Evangelios vislumbres por los que sospechamos que Jesús estaba familiarizado con el sufrimiento, y que poseía aquel conocimiento sobre el dolor que sólo el dolor puede dar. Y de ahí su capacidad de compasión, porque sólo el que ha padecido mucho puede compadecer tanto.

Es un texto muy duro. Parece el preludio de la pasión. El dolor más agudo es sentirse portador de un mensaje de amor y, al entregarlo y por entregarlo, recibir la incomprensión, el rechazo, la condena y la ejecución.
Jesús tenía todos los motivos para retirarse de la vida, decepcionado de la raza humana. Pero no lo hizo. En las horas de la Pasión nunca lo vemos encerrado en sí mismo, rumiando su fracaso, entregado a la autocompasión.
En todo momento lo vemos olvidado de sí y preocupado por los demás.
Extractado del libro “El Arte de ser Feliz” de padre Ignacio Larrañaga.
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